FUENTELEONA
ACTO ÚNICO
CARMONA: Por cortesía y honor que querría
acompañaros
pero sabe Dios que no me responde el esqueleto,
tamaña bellacada me ha dejado sin amparo,
no es excusa, solo hay que mirarme el careto.
DOLOROSA: Tranquila hermana, que no hay
desconfianza,
tú serás floja pero
yo soy mujer jamona
y en estos
menesteres nunca falta la pitanza
pues como dice
el refrán: En Fuenteleona…
DANIELO: …¡turrón
de jijona!
RUTILDA: No sé si será por mal de amor o por falta de crianza
pero a damas muy
desvergonzadas se ve por estos lares.
Nadie verá a una
servidora, ni a Laurencia, esa santa,
corriendo detrás
de los hombres y de sus manjares.
AIDOSA: Sea como fuere, cabría vigilar a más de una descocada,
ahora sólo queda una delicia y la comendadora
Anatilde
se cree con la potestad del derecho de dentellada,
así lo ha jurado
delante de reyes y del santo pontífice.
LAURENCIA: Calla, desdichada, deja en paz a nuestros monarcas,
su labor es no
laborar, así lo dictan sus laureles.
Si justicia es
lo que tu corazón siente en falta,
tendrás que
mover tú misma los pinreles.
MARCTUÑO: Amiga Laurencia, tus palabras pueden causar daño,
hay coronas que estarían
mejor en otros cabezones,
pero es pronto
para dudar de nuestros tiranos,
pues aún no es
momento de alzamientos o revoluciones.
MARTALDA: ¿Qué somos? ¿Ovejas? ¿Leones? ¿Bárbaros o catalanes?
Pongamos fin a
la comendadora, esa malvada.
Nos ha torturado
con lecturas tediosas y cargantes,
no se merece ni panes
ni viandas, sino espadas.
ANATILDE: Palabras cargadas de cizaña y de veneno,
no quisiera
acabar la jornada pidiendo socorro,
pero veo que
vuestra locura no tiene freno,
aquí viene el sablazo,
¡vive el cielo, que me corro!
DANIELO: ¡Muera de una vez por todas la tirana
y muchos siglos de oro viva la comida “casolana”!
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